Las presiones del mercado y el entorno político, económico, social y regulatorio, provocan que las organizaciones tengan que responder cada vez con mayor oportunidad, precisión y agilidad. Hoy día las tecnologías de información son un canal para lograr esa agilidad, trasformando la cadena de valor y otorgando ventajas competitivas. Podemos entender entonces la agilidad como la capacidad para cambiar de forma oportuna y efectiva el rumbo o dirección.
Es así como el término de agilidad se acuña en los negocios, en la infraestructura, en la gestión de proyectos, en las prácticas de seguridad, en el desarrollo de software, en resumen en las tecnologías de información. Y es que no es suerte que al hablar hoy sobre tecnologías de información, el término incluya todo esto. Tecnologías de información no es solamente el hardware y el software, incluye también procesos, prácticas de trabajo y personal involucrado.
La agilidad es un medio para lograr el cambio que la organización requiere y debe entenderse como un proceso en sí mismo para asegurarnos que como función de TI, entregamos el valor necesario, de la forma más rápida y eficiente y al cliente –interno o externo- que lo requiere.
Particularmente interesante resulta que las organizaciones que han decidido emprender la transformación hacia una función cada vez más ágil, sigan empleando marcos de referencia o metodologías ya obsoletos y más aún, que los profesionales a cargo de dicha transformación, no hayan evolucionado en cuanto a conocimientos, habilidades y competencias.
Esta transformación hacia una TI más ágil incluye 4 dominios: La tecnología, los procesos, la gente y la cultura, cada uno con una o más barreras que podrían dificultar el éxito. Pero una vez revisadas y superadas esas barreras, habría que preguntarnos cuán preparados estamos los profesionales de TI para liderar dicho proceso, que por cierto, no solo involucra al personal de TI, sino al resto de la organización.
Diversos estudios demuestran que el dominio con menor complejidad de cambio –aproximadamente un 15%- es la tecnología y es al cual dirigimos el 85% o más de atención y el resto de los dominios – procesos, gente y cultura- con mayor complejidad es a lo que menos foco ponemos.
Por ello, es indispensable que antes de emprender la travesía, realicemos un diagnóstico sobre la madurez de la organización, su proclividad al riesgo, su nivel de apertura a la innovación, sus procesos, la complejidad de sus sistemas y su antigüedad, el clima organizacional y las competencias del personal. Y con base en los resultados proponer acciones correctivas, privilegiando siempre el entrenamiento, la adopción de nuevas marcos de referencias, prácticas de seguridad, la innovación y el liderazgo.
De lo contrario, no solo resultará poco eficiente la robustez de la tecnología, simplemente no será posible por falta de bases sólidas para aprovechar sus beneficios y obtener la ventaja competitiva requerida.
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